Después de una semana en el Valle de Arán, apetece pasar unos días con poca actividad en Benabarre, en casa de mi buen amigo Mauricio, apenas hicimos unos paseos y una rutita muy cómoda de sólo 7 kms., mientras esperaba a mis compañeros que llegarían el día 13 para comenzar una semana de rutas por el Valle de Benasque. Aprovechamos la parada en Benabarre para comer en Restaurante ARP y visitar la famosa fábrica de chocolates Brescó.
Panorámica de Benabarre.
saber más: fábrica de chocolate en Benabarre
Después de disfrutar con la visita, y degustación, en la fábrica de chocolates partimos hacia Benasque donde llegamos ya anocheciendo después de recorrer una angosta carretera
¡Ufff! y pensar que nuestra guagua mide 14 metros. La de maniobras que tuvo que hacer Roberto el conductor para pasar entre camiones tan largos como nuestro vehículo y llevarnos sanos y salvos hasta el Hotel El Pilar.
Después de un merecido descanso, comenzamos nuestra primera ruta: EL REINO DEL ANETO.
«Se denomina así, al antiguo camino histórico que conectaba el pueblo de Benasque con la villa francesa de Luchon. En guagua nos trasladamos desde el Hotel El Pilar donde nos alojamos hasta la zona de los Baños de Benasque. Realizamos un recorrido por el sendero botánico de las Gorjas de Alba, un lugar fantástico. Después continuamos el camino, utilizado ya desde la edad media para el comercio entre los dos valles, que desciende suavemente hasta llegar a Benasque».
Por la tarde visitamos el pueblo de Ainsa. Saber más:
Un paseo por el pueblo, uno de los más bonitos de España, nos transporta a la época medieval. Tuve la oportunidad de subir a la llamada Torre de Ainsa:
«Restaurada junto con la Plaza porticada, en los años 1967/70. Se observan, desde el exterior, dos arcos de descarga, coincidentes sobre las dos aberturas mayores de la parte inferior. Igualmente una especie de contrafuerte que, en realidad, es una ampliación original de la escalera que sube por el interior del muro».
«En las dos primeras plantas elevadas hay observatorios y saeteros que, en su tiempo, sirvieron a los fines defensivos de la población. En la tercera están las campanas. La cuarta planta es una auténtica sala noble, con bóvedade impresionante belleza. Todavía se puede acceder a la parte superior, desde donde se divisa, al aire libre y sin obstáculos, todo un panorama excepcional».
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