No lo dudé un instante y me puse en contacto con varios compañeros/as del Grupo Montañero Luís Espinosa para animarles a asistir a estas jornadas. Nos decidimos por la ruta guiada y fue realmente instructiva. Felicitaciones a la organización y especialmente a la guía que nos tocó en suerte: Irina Martín Waló que además es de mi pueblo, Buenavista del Norte.
La información fue bastante amena y las más de 5 horas pasaron casi sin darnos cuenta. Hasta cantamos una polka rememorando como nuestros antepasados se divertían.
Partimos de la Plaza de la Iglesia en el centro urbano del pueblo, junto a la Parroquia de El Dulce Nombre de Jesús.
Hacemos una parada en la calle Aluvión
donde Irina nos detalla los hechos acaecidos la noche del 7 al 8 de noviembre de 1826 que Uds. pueden leer en la foto siguiente
Continuamos hasta dónde antaño se encontraba la llamada fuente de La Guancha. Allí nos esperaba una niña llamada Natacha que nos leyó esta bella poesía, obra de Esteban Rodríguez Quintero, «el maestro» como se le recuerda en La Guancha.
Continuamos la ruta haciendo un alto en la Galería El Derriscadero
Desde aquí llegamos a la Galería de los Palomos, también conocida como Madre de la guancha, haciendo antes una parada en la fuente del Til Del Chupadero.
Aquí, Don José Antonio Alonso Rodríguez nos leyó un escrito sobre la leyenda del Til obra de Juan Antonio Jorge Peraza. Mis felicitaciones a ambos.
LA LEYENDA DEL TIL
«La leyenda cuenta que en los tiempos aborígenes, la suerte propició el encuentro de una joven guanche del bando de Icoden con un guerrero del lejano bando de Aguere. Ella, recorría las selvas cercanas a su auchón llenando sus sentidos con el aroma de las flores de la laurisilva, arrullándose en el vuelo de la paloma turqué, buscando sigilosa los remansos del agua. El, recorría sin pausa los barrancos y los riscos, enfrascado en su lucha contra los invasores de su tierra.
Una escaramuza y un paseo fueron la causa de un encuentro fortuito de los jóvenes bajo este til. Y aquí surgió el amor de manera transparente, limpia, como los hilos de agua que emanan de las fuentes.
El tiempo fue llenando de alegría y felicidad al sentimiento compartido por ambos enamorados, hasta que un mal consejo enturbió la decisión de la joven guanche, algo desvió los pasos de su corazón y terminó con aquel bullicio de amor que hasta entonces daba paz y plenitud a su infantil alegría. Ella rompió la promesa del gánigo que juraron bajo el til, colmado de trigo y de sincero compromiso.
De gran dolor se llenó el alma del guerrero por este desamor, y con mayor furia y arrestos, se entregó a la lucha por la libertad de su pueblo. Y así, peleó junto a Ichasagua en los soberbios riscos de Adexe, o en las laderas verdes y los barrancos de Anaga, junto a Beneharo.
Pasó el tiempo hasta que un lance envenenado acabó con la vida del guerrero, y fue entonces, cuando una luz de otros mundos, una sensación telúrica y abrumadora, devolvió a la joven guanche todo el amor perdido, escondido en oscuras sombras y ausencias. Tarde se rompió el hechizo y pronto volvió el amor, pero tarde fue para recuperar lo perdido.
La leyenda cuenta que desde entonces, bajo el til donde los jóvenes se juraron su compromiso, las delicadas gotas que llegan desde el cielo, evocan las lágrimas de la joven que se negó a un amor que la inundó de fortuna y al que un nefasto embrujo desterró de su corazón.
Y dicen, que aun pasado el tiempo, a veces creen verla caminar por los altos, y que puedes ver su rostro en la pátina del agua, y dicen, que son sus lágrimas las que del til se vierten en eterno dolor por la ausencia de aquel apuesto guerrero que le entrego tan prodigioso amor.»
Continuamos hacia las Eras y El Farrobo, el barrio de los Alfareros.
Un alto en el camino a la sombra de un breso mientras se encomendaban a Santa Beatriz
Un descanso en la Ermita conocida como El Chacho (se cuenta que uno de dos hermanos que vivían muy cerca cuidaba del buen estado de la Ermita, de ahí el nombre). Aquí nos tomamos un rato de descanso y donde Irina nos explicó detalladamente y haciéndonos partícipes de una de las formas que tenían nuestros antepasados de divertirse sencillamente cantando esas divertidas y a veces pícaras polkas. Continuamos el camino pasando muy cerca de otra galería conocida como Montefrío, cruzamos el Monte del Cura y llegamos a la famosa Galería El Pinalete, final de la ruta.
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