Comienza el mes de septiembre de 2015 y es el momento en que viajamos mi hija Nayra y yo rumbo a Colombia y después a Perú para realizar la Ruta del Salkantai.
Pero de eso hablaremos en el apartado de Perú. Ahora toca hablar de Colombia:
Un viaje que hago gracias a, como saben los que han leído mi perfil en el blog, esa oportunidad positiva después de un caso triste y negativo dónde piensas que todo se acabó y que me cerró una puerta pero… al poco se me abrieron todas las puertas del mundo.
Un viaje inolvidable que he tardado algún tiempo en plasmar aquí, pero… “más vale tarde que nunca”.
Haciendo el camino Francés conocí a una mujer excepcional, una mexicana de pura cepa, Liz, enamorada de su país y gran conocedora de sus paisanos, de su historia y de su geografía. Hoy es mi mejor amiga a pesar de la distancia. Fue nuestra anfitriona, excepcional anfitriona debo recalcar, cuando en compañía de mis amigos Mauricio y Luis visitamos México en 2014. Ya tocará hablar de ello.
Allí conocí a Ana, otra buena amiga ganada, una editora colombiana, que nos acogió a mi hija y a mí en este maravilloso viaje. Vaya por delante mi agradecimiento más profundo a ti, Ana, y a tu familia, que en todo momento nos trataron como de la familia. ¡Nunca os olvidaremos!
Una pequeña crónica del viaje es lo que pretendo hacer. Mi intención es que hagan el viaje conmigo.
Al llegar al aeropuerto ya nos espera mi amiga Ana. Una gran alegría y ya a la mañana siguiente nos ponemos en marcha para conocer algo Bogotá.
Ana nos recomienda subir hasta Monserrate, una colina con 3.152 metros s.n.m. Para subir usamos el funicular y después bajamos caminando. Espectaculares vistas sobre la gran urbe se pueden disfrutar desde varios rincones del cerro.
Vista de Bogotá desde Monserrate donde hay una iglesia que alberga al Cristo con el mismo nombre.
Centro ciudad donde se construye la que será la torre mas alta de Bogotá
Barrio Candelaria, centro histórico de la ciudad con gran cantidad de casas de estilo colonial.
Patio central de la casa habilitado como terraza cubierta del bar.
Estrechas y concurridas calles con abundantes lugares donde comer.
Aprovechamos el tiempo y, después de reponer fuerzas en uno de los muchos restaurantes de la zona, caminamos hasta el Museo del Oro.
Entrada gratuita para jubilados extranjeros. Adultos extranjeros, 3.000 pesos
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